Hace poco terminé esta extensa biografía del gran Clint Eastwood, escrita por Patrick McGilligan.
Hay en ella sitio para las luces y pero también para las sombras de su protagonista (infidelidades, hijos fuera del matrimonio, carácter autoritario y vengativo) que el autor expone sin tapujos y quizá con cierta inquina.
No en vano, Eastwood demandó a McGilligan, pero éste supo cubrirse bien las espaldas conservando grabaciones de las entrevistas más comprometidas y se llegó a un acuerdo extrajudicial.
Vida y miserias privadas aparte, lo que realmente me llamó la atención del libro son dos anécdotas de los inicios de la carrera de Clint.
En los años 50 los estudios de cine tenían en nómina a los actores de forma indefinida como a cualquier otro empleado y les iban dando papeles en sus producciones. Les pagaban su nómina regularmente y además costeaban su formación actoral.
Clint estuvo felizmente empleado de este modo durante un tiempo pero cuando llegó el momento de renovar contratos, fue uno de los pocos actores de su promoción en ser despedido.
Tiempo después de esto, Clint consiguió un papel en una nueva serie western de TV producida por CBS: «Rawhide».
Se grabó una primera temporada pero la cadena de televisión decidió, al menos de momento, no emitirla.
Eastwood solicitó que le permitieran mostrar alguno de los capítulos para optar a castings en otras producciones, pero se negaron porque no querían que nadie la viera.
Clint pensó que su carrera su carrera acababa ahí, con una serie en la que tenía uno de los papeles protagonistas pudriéndose en los almacenes de la CBS.
Fue un periodo angustioso, en el que Eastwodd sufrió urticaria, ataques de ira por la frustración e hiperventilación psicosomática, de modo que «en tres o cuatro ocasiones […] despertó en posición fetal, con dificultades para respirar, pensando que moriría a causa de los dolores torácicos que experimentaba».
¿Qué quiero decir con esto? Pues que incluso las estrellas de cine más exitosas y legendarias han pasado momentos duros antes de conseguir lo que deseaban.
Entonces, ¿el fracaso y el sufrimiento son la prueba de que estoy en el camino del éxito? No.
¿Si aguanto el chaparrón y sigo adelante contra viento y marea cumpliré mis sueños, como le pasó Clint Eastwood? Tampoco.
Las historias de éxito de los demás pueden servir de inspiración pero no son un sendero seguro con todas las indicaciones para llegar donde quieres.
Cada uno tenemos nuestro camino, más o menos parecido al de los demás, pero lo que seguro encontraremos en él son dificultades, problemas y fracasos.
Más grandes o pequeños, de mayor o menor duración, pero tarde o temprano aparecerán. Es así. Es normal.
Asumir que los problemas son parte inevitable del camino no nos llevará a donde queremos ir, pero seguro que nos ahorra sufrimientos innecesarios.
Y hasta aquí el ladrillo de hoy ?
Gracias por tu atención y hasta la próxima.